Ciudades inteligentes 10: Barcelona

Todo llega a su fin. Con esta décima entrada cerramos nuestra serie de ciudades y países inteligentes del mundo. Hemos hablado de Ámsterdam, Copenhague, Madrid o Tokyo, de España y Portugal, de ecoaldeas… Hemos dado la vuelta al mundo para comprobar todo lo que se está haciendo para aprovechar las

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Todo llega a su fin. Con esta décima entrada cerramos nuestra serie de ciudades y países inteligentes del mundo. Hemos hablado de Ámsterdam, Copenhague, Madrid o Tokyo, de España y Portugal, de ecoaldeas… Hemos dado la vuelta al mundo para comprobar todo lo que se está haciendo para aprovechar las nuevas tecnologías en beneficio de la ecología y los ciudadanos. Volvemos ahora a España, a Barcelona, para ver lo que se está haciendo por allá.

Barcelona fue escogida ciudad más inteligente de 2015 por Juniper Research. A día de hoy aún se la considera entre las tres principales, junto a Londres y Singapur.

Y eso que no lo tiene fácil. Barcelona es una ciudad amenazada por muchos problemas, tales como la inseguridad, la invasión de narcopisos, el exceso de turismo o la especulación inmobiliaria en manos de fondos buitre. Son dificultades que cuestan a la ciudad inversiones millonarias.

Resumamos en cifras algunas de las iniciativas más recientes de Barcelona:

  • 650 puntos de acceso gratuito a Internet distribuidos por la ciudad. Fibra óptica en toda Barcelona.
  • Seguimiento en tiempo real de los puntos de recogida de basuras para la mejora del servicio.
  • Iluminación led de las calles y medición de polución ambiental y sonora.
  • Promoción de vehículos eléctricos y circulación en bicicleta. Aplicaciones locales para el uso de bicicletas y ayuda al aparcamiento.
  • Semáforos inteligentes que emiten sonido para personas ciegas.
  • Control de tráfico mediante sensores de control de flujo.
  • Implantación de un campus para el desarrollo de innovación en soluciones urbanas Smart City.

Son solo algunas soluciones concretas que forman parte de una serie de veinticinco grandes áreas que la ciudad está manejando en estos momentos. Áreas como las comunicaciones, la iluminación, la energía o el transporte.

El cambio a las nuevas tecnologías le ha salido bien a la ciudad condal en más de un aspecto. Uno ha sido el ahorro de agua, con más de cuarenta millones de euros ahorrados en su gestión, otro, más de treinta millones recaudados mediante aparcamientos inteligentes.

En su apuesta por el Internet de las Cosas, Barcelona ha conseguido crear cerca de 47.000 empleos relacionados con este ámbito.

Es de suponer que este tipo de beneficios continuará en muchas otras formas, por ejemplo, gracias a su estrategia de paso al software de código abierto con el software libre Sentilo, igual que han hecho en Madrid con ‘Consul’ o en otras ciudades como Buenos Aires, Montevideo o París.

Respecto al ahorro energético, Barcelona está centrándose en la autosuficiencia de las instalaciones públicas, así como en la gestión inteligente del agua, tanto como recurso hídrico como en su servicio a la ciudadanía. El riego en parques, por ejemplo, se realiza y controla de forma telemática.

Este tipo de iniciativas no solo benefician a la ciudad a un nivel institucional. Los ciudadanos también podrán encontrar mayores comodidades, por ejemplo, con su participación en el proyecto Decode, programa europeo para la gestión de la identidad digital y el control de sus datos, cuyo objetivo final es desvincularse de las multinacionales que controlan este tipo de información.

Una idea original del consistorio, quizá la que mejor define la forma de actuar del gobierno catalán respecto a Barcelona, es la de “supermanzana”.

Se trata de actuar sobre pequeños grupos de calles con vistas a mejorar la movilidad, como si fueran ciudades en miniatura. Estamos hablando de zonas de unos cuatrocientos metros cuadrados en los que se desvía el tráfico rodado al exterior mientras las calles interiores se destinan al uso peatonal. Esta redistribución de las comunicaciones se consigue llevar a cabo sin obras ni transformaciones urbanas importantes, y redunda en una mejora sustantiva de la calidad de vida de los vecinos, pues se limita, además del tráfico, el ruido y la polución.

Las primeras experiencias piloto de supermanzanas se están llevando a cabo en barrios periféricos de la ciudad. Es de suponer que si se observan resultados, se funcione de la misma manera en el resto de Barcelona.

El proyecto de las supermanzanas barcelonesas ha recibido el premio iniciativa BMW 2011 y el Good Practice de Un-Habitat de 2010. Otras ciudades como Vitoria o Coruña lo han empezado a implementar.

Esperemos que este tipo de prácticas se vuelvan la norma. Que las ciudades españolas aprendan de los éxitos de las otras y se repitan las soluciones que funcionan. Y que dentro de unos meses o años volvamos con una nueva serie de artículos sobre ciudades inteligentes aún mejor diseñadas, en las que el desarrollo y la tecnología no sean enemigos, sino aliados, de la protección pública al ciudadano y el medio ambiente. ¡Hasta entonces!