Twitter, campo de batalla

La Audiencia Nacional ha sentenciado a un año de cárcel y siete de inhabilitación a Cassandra Vera, estudiante española de historia y tuitera. Su delito: publicar trece tuits con chistes sobre el asesinato de Carrero Blanco, presidente del gobierno durante la dictadura franquista a manos de ETA. No es el

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La Audiencia Nacional ha sentenciado a un año de cárcel y siete de inhabilitación a Cassandra Vera, estudiante española de historia y tuitera. Su delito: publicar trece tuits con chistes sobre el asesinato de Carrero Blanco, presidente del gobierno durante la dictadura franquista a manos de ETA.

No es el primer caso: el político Guillermo Zapata y el músico César Strawberry (entre otros) fueron también llamados a juicio por contar chistes en Twitter.

Al margen de lo excesivo y arbitrario de la sentencia, la noticia ha provocado un efecto Streisand que el juez quizá no esperaba: decenas de miles de usuarios, desde ciudadanos de a pie a medios de comunicación y políticos, lanzaron de nuevo los mismos tuits de Cassandra que habían sido condenados. Aquello que el juez deseaba reprimir se le ha devuelto multiplicado hasta el infinito.

Este caso está demostrando que las redes sociales, pero sobre todo Twitter, se está convirtiendo en un campo de batalla donde determinadas instituciones buscan sus víctimas.

¿Por qué en Twitter y no en otras redes sociales?

Se hacen chistes todo el tiempo. En la calle, en el cine, en la televisión, en revistas y cómics. Sin embargo Twitter está siempre en el punto de mira. Esto quizá se deba a que es fácilmente rastreable. Un comentario en Facebook es más farragoso de encontrar. No digamos una fotografía en Instagram o Pinterest. O un viejo artículo en un periódico o una emisión de un programa que no tiene por qué estar alojado en la web de su cadena de televisión. Sin duda, hay otros comentarios más ofensivos en otros lugares. Parece que se escogen cuentas de Twitter como objetivos porque son las más cómodas de rastrear.

Es Twitter… pero no todo Twitter

Cientos de miles de personas tuitean chistes a diario, e incluso comentarios sin un ápice de humor o ánimo de broma. El escoger a un individuo aislado por un hecho cotidiano parece totalmente arbitrario.

Entonces, ¿se denuncia a una persona al azar o se escogen las acusaciones desde un determinado sesgo? Dejamos al lector que medite la respuesta.

Contenido fácil

Un comentario en Twitter es presa fácil. Basta con hacer una captura de pantalla y ya es tuyo para siempre. El que denuncia tiene en sus manos la prueba para pasearla por tribunales ad infinitum. Otros crímenes mayores de los que no hay constancia material, sino solo historia y recuerdo, parecen diluirse con el tiempo.

Objetivos indefensos

No es lo mismo que el chiste lo haga una personalidad o un medio de comunicación dotado de gran capacidad de difusión que una tuitera desconocida, al menos hasta que se la acusó. Su impacto es menor… igual que su capacidad de defensa. Un tuitero no tiene detrás una estructura económica que lo respalde, carece en principio de apoyo popular masivo y por tanto resulta un objetivo débil.

¿Por qué ahora y no antes?

¿Será por la globalización que permite internet y que extiende una noticia en segundos, por la deriva ideológica de estos tiempos en Europa y Estados Unidos o una mezcla de las dos? Por ejemplo, hoy en día, con el terrorismo etarra desactivado, se persigue más el humor sobre el tema que durante los años del terrorismo.

Entonces, ¿se está castigando la libertad de expresión?

Sí, pero hay algo más. Mucha gente se expresa en términos más violentos y sigue impune, disfrutando de ese derecho. Se está castigando algo mucho peor: la libertad de pensamiento. Cuando todo el mundo piense de una única manera no hará falta preocuparse por lo que dicen. Y que esto suceda en la sociedad de la información, de internet, donde una cantidad inédita de personas tienen voz y libertad para opinar, resulta de lo más siniestro.