La experiencia de un niño en un curso de programación

Recientemente, mi hijo de ocho años ha asistido a un curso online de programación. La experiencia ha sido tan satisfactoria que no podría menos que recomendarla a todos los padres, sobre todo si sus hijos demuestran interés por la tecnología o la informática en general. La academia le ha proporcionado

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La experiencia de un niño en un curso de programación Recientemente, mi hijo de ocho años ha asistido a un curso online de programación. La experiencia ha sido tan satisfactoria que no podría menos que recomendarla a todos los padres, sobre todo si sus hijos demuestran interés por la tecnología o la informática en general. La academia le ha proporcionado una base estupenda para estudiar la materia en el propio entorno del colegio. Me consta que muchos centros incluyen clases de robótica o similares entre su oferta de extraescolares.

Mientras se realizaba el curso fui tomando notas, que me han servido para desgranar mis impresiones en esta entrada. Espero que os resulte de interés.

Scratch

Los primeros pasos se dieron con Scratch, un entorno de fácil aprendizaje mediante programación por “bloques” o piezas de puzle. Los niños entran con fluidez en conceptos tan complejos como las variables o los bucles simplemente distinguiendo las formas o colores de cada tipo de bloque.

Aprendemos jugando

La aproximación educativa es en forma de juegos. Como no podría ser de otra manera, la mayoría de niños se apuntan cuando se les propone jugar, más aún si pueden crear sus propios juegos.

Todo entra mejor por los ojos

Tampoco sorprende que los materiales sean totalmente visuales. Pese a que las profesoras impartían la lección en una videollamada, es decir, de manera oral, el ver su explicación, junto con las imágenes de su pantalla, resultaba tan claro que no hacía falta tomar apuntes o leer contenidos adicionales.

Un buen profesor

Una cuestión importante es el trabajo del propio profesor. Es fundamental que el docente esté atento al progreso de los alumnos. Las clases online suponen un riesgo por la mayor tendencia a distraerse, o que un niño se quede atrás mientras los demás avanzan. No hay manera de que una sesión virtual supere a una presencial, cosa que asumimos de entrada. Pero no todo son malas noticias: al ser online, para la profesora era posible quedarse después de clase con un niño y ayudarle, o tener una “tutoría” online, ya sea por WhatsApp o correo electrónico. Además, las clases se grababan y compartían, por lo que se podía repasar el contenido las veces necesarias hasta comprender la materia.

De aquí y de allá

Otra ventaja indiscutible de la formación online es que a la clase se apuntaron niños de todas partes de España, y podrían haberlo hecho de cualquier lugar del mundo, siempre que hablaran español. Sin duda, esta democratización del acceso al saber sigue siendo una de las grandes maravillas de Internet. Nada más grato que ver niños de cualquier ciudad aprendiendo juntos, ajenos a las fronteras y barreras que, a veces, imponemos los adultos.