Educación 3.0: de la procrastinación al criterio

Isaac Asimov en "El Mundo de las Ideas", el programa de televisión de Bill Moyers en 1988, perfiló lo que debería ser la educación del futuro basada en una idea: el día en el que todo el mundo tuviera un ordenador en su casa conectado a una red central donde

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Isaac Asimov en "El Mundo de las Ideas", el programa de televisión de Bill Moyers en 1988, perfiló lo que debería ser la educación del futuro basada en una idea: el día en el que todo el mundo tuviera un ordenador en su casa conectado a una red central donde cualquiera podría encontrar la información que deseara para establecer sus propias pautas educativas y de formación. ¿Suena familiar?: el escritor fue capaz de ver con mucha anticipación el futuro de la formación online, pero sin embargo no fue capaz de identificar dos problemas básicos con los que la educación 3.0, mas allá de los programas educativos 2.0 que emergen en estos momentos, se tiene que enfrentar: la procrastinación y la falta de criterio.

Asimov, no sin cierta candidez provocada por la asunción de que la gente en general tiene tendencia a absorber conocimiento, pronosticó un futuro en el que la auto-educación sería la corriente principal, desactivando el actual sistema escolar en favor de un sistema descentralizado en el que las horas de estudio y temáticas dependían del interés del usuario. Desgraciadamente, hemos llegado al punto en el que sí hay en los hogares (y no uno) sino varios ordenadores conectados a una red mundial de comunicación, pero la educación no ha avanzado hasta el punto que pronosticaba el escritor por diferentes motivos: desde lo poco atractivos que son algunos de los formatos en los que se presentan los contenidos educativos a la procrastinación natural de las personas.

Procrastinación

Tal como define la Real Academia de la Lengua Española, procrastinar, del latín procrastinare, es la acción de diferir o aplazar, y el uso común de la palabra es el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables.

En Internet, y sobre todo, cuando los contenidos lúdicos sobrepasan a los educativos (especialmente con el advenimiento y el triunfo de las redes sociales), es imposible plantear el modelo educativo de Asimov sin cierta supervisión constante de los logros realizados por los estudiantes. Sólo un porcentaje pequeño de ellos encontrará atrayente esta forma de autoformación y prosperará, avanzando mucho más rápidamente que el resto de alumnos, lo que crearía una brecha insalvable donde sólo unos pocos estudiantes, ávidos de conocimiento, se desmarcan como élite mientras que el resto se mantiene a una larga distancia en la absorción de conocimientos.

Criterio

En el otro extremo de la educación digital está el aprendizaje selectivo: el criterio.

Según Umberto Eco, «En el futuro, la educación deberá enseñar a comparar sitios Web», así que los alumnos del futuro no sólo han de absorber conocimientos, sino también tener el suficiente criterio como para discernir qué contenidos son veraces, cuáles son parciales y, en general, dónde se encuentra el rigor en la información que utilizan como base para su aprendizaje.

Para Umberto Eco, en el futuro, la educación tendrá como objetivo aprender el arte del filtro. Ya no hace falta enseñar dónde queda Katmandú o quién fue el primer rey de Francia, porque eso se encuentra en todas partes. En cambio, habría que pedirles a los estudiantes que analicen quince sitios para determinar cuál es para ellos el más confiable. Habría que enseñarles la técnica de la comparación.

Sin embargo, en la educación a través de formatos digitales que comienzan a perfilarse como estándar se trabaja exclusivamente con una visión similar a la educación tradicional: unos pocos textos aprobados y establecidos para un programa educativo establecido en un tramo de edad muy específico. Se cambia el soporte, pero la formación en sí no se adapta a la tecnología de forma que el alumno que debe ampliar sus conocimientos tiende a la procrastinación copiando y pegando información sin leerla o lee esa información y sin criterio ninguno, puesto que no la compara, absorbe datos erróneos, parciales o incluso directamente falsos.

La educación 3.0, más allá de las herramientas actuales y futuras, necesitará definir un flujo de información basada no sólo en una gestión efectiva del aprendizaje de los alumnos a través de docentes especializados, sino la inclusión de nuevas asignaturas que permitan al alumno ser capaz de discernir entre la avalancha de información disponible, seleccionando qué es real, qué es falso o parcial y sacar sus propias conclusiones. Y eso, realmente, es muy difícil.