Ciudades inteligentes IX: Ámsterdam

Novena entrega ya de nuestro repaso a los lugares inteligentes del mundo, donde la tecnología, la sostenibilidad y la ecología se unen para mejorar la vida de los ciudadanos. Ámsterdam fue elegida la primera ciudad inteligente europea en 2009. Vamos a ver por qué. Una ciudad que votó rebajar la

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Novena entrega ya de nuestro repaso a los lugares inteligentes del mundo, donde la tecnología, la sostenibilidad y la ecología se unen para mejorar la vida de los ciudadanos.

Ámsterdam fue elegida la primera ciudad inteligente europea en 2009. Vamos a ver por qué.

Una ciudad que votó rebajar la presencia del automóvil ya en 1992, que prevé reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 40% 2040 respecto a 1990, que aprueba mayoritariamente el consumo colaborativo y que adopta sin dificultades proyectos de reciclado y disminución de residuos. Que no tiene miedo a probar medidas en el mismo centro de la ciudad. Las experiencias que funcionan se amplían al resto de la ciudad.

Aunque parece que esta actitud viene de serie en los ciudadanos de Ámsterdam, podríamos ubicar el año cero de la nueva Ámsterdam en 2009, fecha en que el proyecto Smart City le vale el reconocimiento antes mencionado, y que se centra en los ámbitos de la vivienda, el trabajo, la movilidad y los espacios públicos. Un empeño ambicioso, como puede verse, que pretendía dejar una ciudad totalmente limpia en 2015, y que aunque quizá no lo consiguió, sí supuso un esfuerzo encomiable.

Las medidas de este proyecto, implantadas hace seis años, incluían ideas como el ahorro energético en grandes edificios, como los de oficinas, donde se instalan sistemas de apagado de todos los dispositivos cuando no hay nadie que los utilice, lo que supone un ahorro de un 18%.

También de 2012 datan los primeros puntos de recarga eléctrica para los barcos que atracan en su puerto, y que típicamente se habían movido con generadores diésel. Igualmente ese año se instalaron los primeros puntos de recarga para coches eléctricos en oficinas y hogares.

El barrio de Geuzenveld protagonizó en 2014 otra de esas experiencias interesantes, la instalación de contadores inteligentes de emisiones, algunos provistos de un dispositivo informativo que ayuda a los usuarios a consumir mejor su energía.

La ecología es uno de los principales caballos de batalla de la ciudad. Sacan energía limpia de molinos de viento dispuestos por toda la ciudad y de placas solares subvencionadas. Para 2025, el gobierno holandés cuenta con que Holanda utilice una cuarta de su energía de fuentes solares y eólicas.

Respecto a trabajo, la iniciativa TPEX – Smart Airmiles busca implantar centros de conferencias conectados a la red que permiten encuentros corporativos de diferente amplitud, así como celebración de eventos o cursos, de manera virtual.

En movilidad, el proyecto ReloadIT se enfoca en la promoción y apoyo del coche eléctrico, y la aplicación Smart Partking ayuda a encontrar sitio para el aparcamiento.

Más sobre movilidad: si en otra entrada alabamos la pasión de Copenhague por la bicicleta, es vox populi el éxito de Ámsterdam para conseguir una red de circulación eficaz por este medio, que ha reducido las muertes anuales en accidente de automóvil de 100 a 15 en el período 1996-2016.

Para los espacios públicos, Ámsterdam ha implantado WiFi gratis en el puerto de IJbourg y otros entornos. También se han desarrollado tecnologías para la innovación en la salud como Health-Lab.

Ámsterdam, ciudad inteligente… y conectada con el Internet de las cosas. En el verano de 2015, la capital holandesa instaló una red inalámbrica que facilita a todo tipo de objetos emitir y compartir datos, en un proyecto llamado The Things Network.

Con una red LoRaWAN de amplia cobertura pero de una velocidad y potencia limitadas para controlar el consumo energético, se han instalado sensores en farolas, contenedores de basura, paradas de transporte público y hasta en algunos barcos, para que sus propietarios reciban diversos avisos según navegan por los canales de la ciudad.

Este proyecto se ha logrado gracias a una campaña de crowdsourcing gracias al empresario Wienke Giezeman.

¿Hace falta más? Va el último ejemplo: el proyecto SolaRoad aspira a instalar paneles solares en las carreteras, caminos y carriles bici de la ciudad. Se trata de unas losas de hormigón con una capa superior de vidrio de un centímetro de grosor. Pese a las dificultades de la idea, ya que no puede comprometer la seguridad de las vías y a la vez debe ser capaz de soportar el tránsito diario, las primeras pruebas arrojaron una generación de energía aún mayor de la esperada. Un metro cuadrado de esta superficie produce 70khw al año.

Si con todas estas ideas aún no estás pensando en mudarte a Ámsterdam, nos rendimos… o más bien te emplazamos al siguiente artículo de ciudades y países inteligentes. ¡Hasta entonces!